sábado, 31 de mayo de 2008

18 de mayo, domingo. VILLALÓN DE CAMPOS-PUENTE VILLARENTE


El día se levanta nublado y tras desayunar en el albergue, gracias a José Javier que se ha ido a comprar mientras Tomás y yo terminábamos de recoger, nos hemos ido a hacer unas fotos y a seguir la marcha. Sabemos que hoy se acaban los albergues y caminos solitarios, enlazaremos con el Camino Francés y allí nos cruzaremos con muchos peregrinos y bicigrinos.
Un poco antes de llegar a Fontihoyuelo vemos varias bandadas de avutardas, no se dejan acercar mucho pero si lo suficiente para poder observar lo rande que son. En Fontihoyuelo paramos a beber y a desbeber, aprovechamos para ponernos los chubasqueros pues la lluvia, aunque fina, ha empezado a caer. Seguimos por caminos en bastante buen estado, pasamos Santervás de Campos sin pena ni gloria y al entrar en Arenillas de Valdeaduey empiezo a silbar la melodía de "La muerte tenía un precio", parecemos pistoleros solo que en vez de caballos montamos en bicis, si le añadimos las plantas rodantes la escena sería calcada.
Llegamos a Grajal de Campos por un camino que la vegetación se ha adueñado y al estar mojada hace que nos calemos los pies. Decidimos ir a San Pedro de las Dueñas donde sellamos y aprovechamos para comprar unas pastitas y de nuevo a darle a los pedales, afortunadamente cuando mas arreciaba la lluvia llegamos a la entrada de Sahagún donde aprovechamos para comer en el bar "El Peregrino", no podía ser otro. Los parroquianos del bar nos recomiendan no ir por la vía Trajana y hacemos caso.
En Bercianos las hospitaleras nos invitan a un vino y tras un rato de charla de nuevo al camino aprovechando que del cielo no cae nada, los kilómetros se van sucediendo sin casi notarlo, el camino es muy bueno y el paisaje agradecido sin olvidar la sucesión de colores que hay en el cielo donde el sol se cuela entre los resquicios que dejan las nubes.
Nuestro destino, Puente Villarente, llega enseguida, vamos al albergue San Pelayo donde somos los únicos españoles, circunstancia que a Telésforo, el padre del hospitalero, le viene de perlas porque por fin puede hablar con alguien que le entiende. Hablamos de esto y de aquello mientras limpiamos y engrasamos las bicis. Para cenar, tortilla de patatas palmera (de un palmo de grosor) y una ensalada abundante, por supuesto con vino de la tierra y tras un poco de tertulia con los hospitaleros al sobre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Ánimo, José Luis, que ya te queda menos para terminar el blog!
Nos tienes en un sinvivir.
¡Pero acábalo ya de una santísima vez!
Un abrazote.