domingo, 17 de junio de 2012

30 de abril de 2012, lunes
MOMBUEY - A GUDIÑA




Nos levantamos a la ya establecida como hora oficial, 7’15, y los demás nos imitan. Mientras recogemos y preparamos el equipaje se monta una tertulia entre todos los presentes, el ciclista tardío nos cuenta que la etapa de ayer la comenzó en Salamanca, con un par, le pregunto que si es de Bilbao y casi, nació en Llodio, Álava, a unos 20 kilómetros del Bocho, para no extenderme demasiado resulta que el susodicho había salido de Sevilla el jueves 26 y en 4 días se había plantado en Mombuey, si llega a ser del mismo Bilbao ya hubiera llegado a Santiago, nos deja con la boca abierta, éste se pasa los pueblos de 3 en 3.
Por una vez y sin que sirva de precedente amanece soleado pero con un frío semipolar, ha helado esta noche. Me cubro de gloria al ver que el culotte largo y la camiseta térmica que había lavado el día anterior no se han secado, así que supero al de Llodio y me calzo un culotte corto para que vea como las gastamos los de la meseta. Tras zamparnos lo que nos queda en la despensa (medio plátano, una barrita y media onza de chocolate) salimos a la ruta con más ganas de volver a las literas que de darle a los pedales. Nada más empezar noto que no voy fino, no me encuentro a gusto, como es llano no voy mal, a pesar del aire. Paramos a desayunar en Puebla de Sanabria: café con leche en taza gigante, tostada de pan con mantequilla y mermelada, las llamas de una chimenea que hay en el bar nos hacen guiños para que nos quedemos pero no hacemos caso y tiramos para Requejo donde nos espera la portilla del Padornelo, un escollo no muy duro pero al que hay que pillarle el ritmo adecuado.
Empiezo bien, parece que por fin he encontrado un buen pedaleo. Un espejismo, no hago más que probar los cambios, ningún desarrollo me viene bien, Tomás va redondo, redondo y le veo alejarse cada vez más. A trancas y barrancas logro coronar y el descenso hasta Lubián lo hago sin problemas, sólo hubiera faltado que tuviera problemas al bajar. Empieza a llover.  Vamos al albergue a sellar pero solo nos encontramos con una pareja de ciclistas que están allí esperando que mejore un  poco el tiempo. Un poco de charla y a continuar, un paisano que está haciendo algunos arreglos en su casa nos anima y nos dice que La Canda es más corta que el Padornelo y que lo mejor que podemos hacer es ir por carretera. Vamos a ver el Santuario de la Tuiza, al que no podemos acercarnos mucho por estar acordonado, no sabemos el motivo y tampoco nos importa, después de un rampa con un desnivel de impresión, que yo subo andando mas que nada por contemplar mejor el paisaje, llegamos a la N-525 para comenzar la ascensión que parece mas suave que la del Padornelo. La debacle es total, ni molinillo ni nada, veo alejarse a Tomás y no doy más de mi, por si faltaba algo a ratos llueve e incluso cae algo de nieve, termino de subirlo empujando la bici. Bebo un poco del bidón con isostar, cojo algo de aire y comienzo a bajar con tranquilidad, me empiezo a notar mejor, sobre todo de cabeza, meto todo el desarrollo y tiro a bloque sin hacerle caso a la lluvia que ya no deja de caer, tan deprisa iba que casi no veo a mi compañero que me estaba esperando en un área de servicio. El cuentakilómetros marca una velocidad máxima de 61 km/h, menos mal que no lo miré cuando bajaba.
Decidimos comer y vemos que al otro lado de la carretera está el mesón O Carteiro, vamos hacia allá y tras una cerveza con limón, para recuperar sales, elegimos de la carta escrita a mano el superespecial de la casa: huevo frito, 2 salchichas, 2 trozos de lomo, dos filetes de ternera, patatas fritas y 2 lonchas de jamón frito que sustituyen al bacon porque se había terminado ¡¡¡viva San Colesterol bendito y Nuestra Señora de los Triglicéridos!!!, también incluye una ensalada, para equilibrar, y una jarrita de un vino que no estaba nada mal, culmino con una manzana y un café bombón, si nos saca la botella del orujo y unos puros todavía estamos allí viendo llover. Al pagar tiene el detalle de obsequiarnos con un boleto de la lotería primitiva ¡olé! Llega lo más duro, la vuelta a la ruta temiéndome lo peor, sin embargo voy como un tiro por una zona de constantes toboganes, y pienso que a lo mejor es que tenía bajos los niveles de colesterol.
Son casi las cinco y media cuando, llegamos al albergue de A Gudiña algo mojados pues no ha dejado de llover desde la última parada. Los hospitaleros están tomando nota de los peregrinos, nos ponemos a la cola, con perdón, y cuando nos llega el turno no saben si hay camas libres o no, les instamos a que lo comprueben y nos dicen que hay 3 camas libres, como no somos egoístas con 2 nos conformamos. Tomamos posesión y tras asearnos salimos a dar una vuelta por el pueblo, en pequeño supermercado compramos víveres donde por cierto el dependiente llevaba una bata de médico de esas que se abrochan por detrás, a la hora de pagar no sabemos si pedirle el tique o una receta. En el bar con el original nombre de O Peregrino rendimos el cotidiano homenaje a la Estrella de Galicia, no pone malos aperitivos el paisano, que además del atender el bar es taxista y seguramente tendrá algún oficio más. Ya en el albergue y para compensar la comida cenamos fruta y yogurt, y siendo las 21’30 horas y sin más asuntos que tratar nos vamos al sobre.

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