domingo, 17 de junio de 2012

27 de Abril de 2012, viernes
VILLEGUILLO - TORO


“No por mucho madrugar amanece mas secano”

Parece que no ha parado de llover en toda la noche y sigue. Nos levantamos a las siete y cuarto porque hoy toca etapón. Entre desayunar, montar todo el belén de las alforjas, limpiar otro poco y demás historias nos dan las nueve menos cuarto, devolvemos la llave del albergue y en un momento de lucidez nos damos cuenta que no hemos salido de Villeguillo y ya estamos empapados ¡qué bonito es ver llover! Tras casi 4 kms. pasamos por Llanos de Olmedo, ni un alma por las calles, después toca Aguasal donde hay una laguna al lado de la carretera llena de bichos plumíferos que decidimos denominar fochas y como nadie nos lleva la contraria así quedan bautizados. En un plis plas llegamos a Olmedo, pueblo grande y caballero (of course), donde ya empezamos a ver los primeros signos de vida sobre todo escolares camino del colegio disfrutando como nosotros de esta maravillosa lluvia. Seguimos según el guion previsto por carretera hasta Medina del Campo pasando antes por Pozal de Gallinas, del que no puedo decir mucho ya que no está el día como para hacer turismo.

Atravesamos Medina del Campo un poco atufados por la cantidad de tráfico que hay, pasamos por delante del Monasterio de Santa María la Real y un poco mas adelante hacemos una parada técnica, el plástico que protege las alforjas de Tomás va rozando con la rueda, lo apañamos como podemos y, al no haber ninguna línea más, continuamos para bingo. Llegamos a la altura de la desviación del camino “oficial” y, dado que no hemos traído ningún arma para defendernos de los cocodrilos que se esconden en semejante lodazal, continuamos por lo negro.

En Nava del Rey decidimos parar a tomar un café para entrar un poco en calor, nos recibe un paisano que nos advierte de los peligros del camino: nos pueden robar todo, atropellar un coche de portugueses, etc., eso sí no dice nada sobre si podemos ser poseídos por bellas ninfas, se despide contándonos un chiste de gallegos de los que tiene serias dudas sobre su higiene. Por aquello de poner algún sello en la credencial me encamino al ayuntamiento donde una bella y eficiente funcionaria no  me pone la más mínima pega al respecto, aprovecho para comprar en una farmacia una pomada que conozco pues presiento que vamos a hacer mucha carretera y quizás se resienta la junta de la culata. Cuando vuelvo veo a Tomás soportando a un sujeto que no hace más que repetir: “qué mal día hace”, también nos aconseja hacer el camino en moto mejor que en bici, como dice Tomás y yo corroboro: “nos tocan todos los nenaos”. Nos apretamos un café que nos resucita y damos solución definitiva al puñetero cubre alforjas entre la expectación de los parroquianos del bar a los que parece interesar más nuestras maniobras que el programa de Ana Rosa que echan en la tele en ese momento.

De nuevo en la carretera hacia Alaejos, que al final no lo está tanto, nadie en la calle para variar. En Castronuño pido tiempo muerto porque quiero hacer recuento de los dedos de los pies, llevo un buen rato sospechando que me falta alguno. Paramos en una gasolinera para mover un poco los pies y entablamos conversación con el empleado que la atiende, nos invita a pasar a la oficina para que nos caldeemos un poco, por fin una persona sensata. Nos aconseja que sigamos por carretera porque los caminos están en pésimas condiciones, según nos cuenta la ciclogénesis explosiva, o como leches se llame, ha pasado por aquí y ha dejado su huella encharcando todo. A pesar de la entretenida charla y el calorcito salimos hacia Villafranca de Duero con el aliciente de ir algún kilómetro pegado al río Duero y al canal de San José que va de agua hasta las trancas. Nos anima el estar a muy pocos kilómetros de Toro, como canta Maná: “sigue lloviendo, sigue lloviendo…”. La carretera va prácticamente paralela al camino y vemos que efectivamente está embarrado.

 Después de Villafranca de Duero llegamos a Toro donde nos espera una buena cuesta para llegar a nuestro destino de hoy, al poco de empezar a subirla me manda un recado el cuádriceps: “llevo todo el día currando y ni siquiera me has dado un besito”, pillo la indirecta y pongo el molinillo pero mas adelante prefiero no tentar la suerte y me pongo a practicar esa variante del ciclismo llamada empujing, finalmente llegamos al convento de las Carmelitas Descalzas donde amablemente nos van a acoger.

Nos recibe la tornera y avisa a Rosario, la tía de Tomás, a partir de este momento no creo que sea capaz de describir fidedignamente lo que esas religiosas transmiten, una calma y una paz interior que yo no he encontrado antes. Nos dejan el piso de arriba de la hospedería que tienen para las visitas de familiares, nos quedamos con una habitación con dos confortables sofás cama, al abrir lo que parece un enorme armario descubrimos una cocina completa, con microondas, fregadero y con café y otros alimentos. Vamos a ser recibidos por toda la comunidad así que nos duchamos y bajamos a una sala donde en unos minutos aparecen todas las monjas, hablamos principalmente del Camino de Santiago y preguntan casi con emoción, sentimiento que nos contagian. Estos momentos creo que no se me olvidarán nunca. Se retiran y Rosario y otra hermana nos traen la comida incluso vino y café. Sin palabras nos quedamos.

Volvemos a la habitación para ir distribuyendo la ropa por los radiadores ya que estaba chorreando agua, la verdad es que no me explico como puede estar así con el tiempo tan maravilloso que nos ha hecho.

Salimos a dar una vuelta por la ciudad,  vemos las maravillosas vistas del Duero, la colegiata, compramos algo para el desayuno y tras echamos un par de botellines en un bar lleno de parroquianos viendo los toros volvemos al convento a recogernos. En la escalera de acceso a nuestra habitación nos encontramos con una bolsa llena de viandas y una nota diciendo que era para nosotros, flipamos de nuevo. Como hemos madrugado nos acostamos prontito que mañana es día de escuela. A ver si hay suerte y no llueve mucho.

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