domingo, 17 de junio de 2012

3 de mayo de 2012, jueves

A LAXE - SANTIAGO



Un día más nos despertamos oyendo el repiqueteo de la lluvia en el tejado del albergue ¡¡¡qué bonito!!! según comentan los compañeros de habitación no ha parado de llover en toda la noche.
Hoy es el último día y a diferencia de las otras veces no me invade el deseo de no querer que esto termine, tengo ganas de llegar a Santiago y de no tener que salir con la bici al día siguiente. Las condiciones meteorológicas que hemos soportado tienen mucho que ver en ello. Desayunamos lo que queda del fondo de despensa: barrita, chocolate y fruta y empezamos a pedalear bajo un buen aguacero, inexplicablemente me da por cantar “Singing in the rain”.
Sabemos que nos quedan pocos kilómetros y vamos con tranquilidad disfrutando del “maravilloso, maravilloso” día que tenemos, desayunamos en La Estrada en un bar tienda de los que proliferan por aquí. Por ser el último día no queremos perder las buenas costumbres y pedimos sendos tanques de café con leche que acompañamos con unas madalenas que encontramos por la tienda, resulta que son light o alguna chorrada así, nos vendrá bien para conservar la línea. Mientras engullimos las viandas asistimos a una curiosa escena: entra en el bar un anciano con cierta dificultad al andar, casi con toda seguridad secuela de haber parecido un ictus o algo similar, y empieza a llamar al dueño: “Javier, Javier”, por fin aparece, nada mas ponerle el café que ha pedido el anciano empieza a canturrear por lo bajini: “campeones, campeones, oeoeooe…”  acompañado de una sonrisa de oreja a oreja. Tomás y yo nos reímos con esa situación y la comentamos en voz baja. Por conversaciones posteriores deducimos que el propietario del bar es del Barcelona, así que entendemos perfectamente la satisfacción del anciano tras estos años de espera.

Salimos y continúa la lluvia pero nos da igual, la sonrisa del abuelo madridista y la proximidad de Santiago nos reconforta bastante. La carretera es una continua sucesión de toboganes con una buena subida final que termina en una rotonda que da acceso a la ciudad propiamente dicha. Nos metemos de lleno en el tráfico urbano y aprovechando que pasamos por la estación de tren entramos en la oficina de ATESA para arreglar el alquiler del coche de vuelta pues lo teníamos para el sábado pero queremos adelantarlo al viernes, nos dan toda clase de facilidades y un periquete queda todo resuelto.
Decidimos ir andando pues el tráfico es muy denso y como no llueve disfrutamos un poco de la ciudad. En la rúa Villar volvemos a montar en las bicis para entrar en la plaza del Obradoiro como corresponde. Cumplimos el rito de no mirar a la catedral hasta que estamos en el centro. La emoción nos invade, nos damos un abrazo y nos felicitamos por no haber sufrido ningún percance.
Son las once y media y han pasado 6 días, 19 horas y 30 minutos desde que salimos de la plaza de Escalona del Prado. El cuentakilómetros dice que hemos hecho 603 kms.

Tras las fotos de rigor con la Catedral como fondo nos vamos a la pensión Santa Cristina donde teníamos reservada habitación, dejamos las bicis a buen recaudo en un local anexo y subimos a la habitación, limpia y  amplía, ponemos la ropa a secar y nos pegamos una ducha reparadora con toda la tranquilidad del mundo. Vamos a la oficina del peregrino para que nos den la Compostela y tras dar una vuelta por Santiago nos vamos a Casa Manolo, donde hay que ir siempre que se esté en Santiago, nos apretamos una comida como Dios manda, tomamos café en la barra y pegamos la hebra con Manolo que anda algo mosqueado por un tema de unas bicis que no han llegado a su destino nos saca la botella de aguardiente, echamos un par de chupitos y a echar la siesta. Tomás decide ir a dar una vuelta por la catedral para ver a que hora hay misa.

Cuando logro abrir los ojos, me costó bastante, llamo a Tomás y quedamos para ir a misa a la catedral. A la salida nos damos una vuelta por Santiago en compañía de nuestra inseparable amiga la lluvia, y tras un par de cervezas nos vamos a cenar al Restaurante San Clemente donde nos apretamos un trozo de empanada, un poco de lacón, unas vieiras y una buena mariscada, lo acompañamos de una botella de albariño, después del postre un cafelito y unos chupitos. Vamos a pasear la cena y de paso nos fumamos un puro por lo bien que lo hemos hecho.  Buscamos un garito para rematar la noche y por fin encontramos uno donde los clientes hace ya mucho que dejaron los estudios. Buen jazz y buen cubata. No nos enrollamos mucho y a las 12 ya estamos de vuelta a la pensión que no está muy lejos. Mañana toca la vuelta.

2 de mayo de 2012, miércoles

XUNQUEIRA DE AMBÍA - A LAXE

Empieza el día sin lluvia pero con el cielo lleno de nubes amenazantes. Aparejamos nuestras monturas y tras echarnos al coleto el tentempié mañanero dejamos el albergue. En esta parte el trazado alterna tierra y asfalto pasando por diversos pueblos y aldeas (Outorelo, APousa, Salgueiros…) antes de llegar a Orense hay que atravesar el polígono industrial de Seixalbo, vamos con cien ojos pues el tráfico es intenso sobre todo de camiones y vehículos industriales, tras algunas subidas y bajadas entramos en la ciudad. En una rotonda nos despistamos y tomamos la salida equivocada, tras algunos metros nos damos cuenta que por ahí no es y preguntamos a una señora que amablemente nos indica la dirección correcta. Vemos una cafetería y aprovechamos para desayunar, la clientela nos mira por unos instantes pero enseguida vuelven a lo suyo. La tostada que nos ponen es de pan de molde y los dos añoramos las de pan de pueblo que hemos degustado en otros sitios.

Callejeamos entre el tráfico de Orense hasta llegar al puente romano sobre el Miño donde aprovechamos para hacer algunas fotos, empieza a llover. De las dos alternativas que hay para salir del fondo de olla que es esta ciudad nos inclinamos por la del barrio de Cudeiro, por cierto no vi al chino por ningún lado, la otra opción, la costilla de Canedo, ya la había subido yo en 2008 y es una subida con un desnivel de impresión sin tregua alguna. Cudeiro tampoco es manca con el añadido de que el suelo es de adoquinado, menos mal que ha dejado de llover. Logramos coronar bajo una lluvia intermitente y nos paramos a recuperar el resuello aprovechando para contemplar las vistas que se nos ofrecen desde esa altura. Continuamos y vamos a parar a una trampa de barro que nos hace recular y coger otra alternativa que nos acaba llevando a ningún sitio ¡vaya día que llevamos! Preguntamos a una señora que nos contempla desde la puerta de su casa y cuando nos está indicando aparece el marido y se inicia una pequeña discusión ya que éste considera que es mejor ir por otro camino, tras un tira y afloja prevalece el criterio de la mujer como no podía ser de otra manera. Tras algún kilómetro más de lo previsto retomamos el camino correcto y para celebrarlo se une nuestra compañera inseparable: la lluvia, a la que ya echábamos de menos.

Entre asfalto y tierra y tierra y asfalto llegamos a Cea, famoso por su pan, llueve de lo lindo y paramos en un bar al lado de la carretera para reconfortarnos un poco. Pedimos un par de trozos de empanada y cuando el dueño acaba de arreglar el mundo con otro cliente nos cuenta que el relleno de la empanada lo hacen ellos y luego lo llevan a uno de los muchos hornos que hay en el pueblo, lo cierto es que está buenísima. Sale el hombre por una puerta tras el mostrador que deja entreabierta lo que nos permite contemplar que del techo de esa estancia cuelgan todo un homenaje a la matanza: costillares, chorizos, jamones y demás viandas que el cerdo proporciona, hacemos algunos comentarios que son respondidos con la tradicional sorna gallega.

La cruda y mojada realidad nos espera, llueve con más fuerza que antes o al menos eso nos parece, es una zona de toboganes y en las bajadas parecen clavarse como alfileres. Entramos en la provincia de Pontevedra por A Gouxa, un poco más adelante paramos a tomar algo caliente en Castro Dozón, estamos ateridos. Son las 3 de la tarde y nos parece pronto para terminar la jornada aunque la lluvia invite a quedarnos. Miramos los apuntes para ver cual es el siguiente albergue y vemos que apenas quedan 18 kms para A Laxe. Tomás lee un poco el periódico mientras yo me evado unos minutos de este mundo. Cuando me despierto decidimos seguir.

Aunque parece que llueve menos nos da igual sabemos que es imposible que la vestimenta sea capaz de absorber mas agua, así que con este ánimo seguimos pedaleando por el arcén de una carretera con poquísimo tráfico. Un poco antes de llegar a Lalín el sol se atreve a salir y nos alegra un poco el día pero un desaprensivo, por decirlo de manera suave ya que su madre no tiene culpa, se salta un stop y casi se estampa Tomás contra él, yo que iba detrás pensé que el choque era inevitable. El santo parece que estaba al quite y todo ha quedado en un susto. Me comenta Tomás cuando llego a su altura que cree que ni siquiera le ha visto pues parecía más interesado en contemplar a la conductora del coche que tenía enfrente.

Tras atravesar un polígono industrial llegamos al  albergue de Laxe donde decidimos dar por terminada la etapa de hoy. La hospitalera nos atiende con amabilidad y nos aloja en una habitación donde hay 2 peregrinos alemanes. Es un edificio muy grande que además sirve como centro social dedicado a diversas actividades. Tiene todo tipo de equipamiento y está muy bien cuidado, de lo mejo que hemos visto en el camino. Al rato de estar allí llega otro ciclista con un considerable equipaje. Entablo conversación con él y me cuenta que ya está de retorno. Empezó en Guadalajara siguiendo la ruta del Cid hasta Burgos donde conectó con el camino Francés y ahora está volviendo por el Sanabrés y la vía de la Plata hasta Plasencia para desde allí ir hasta su pueblo, Arenas de San Pedro ¡y sin darse importancia! Coincide conmigo en que lo que más pesa no es la acumulación de kilómetros sino el estar fuera de casa tantos días.

La hospitalera nos indica que hay 2 bares cerca para poder comer algo. Nos inclinamos por uno llamado “Onde Antonio” en el polígono industrial a unos 500 metros. Nos tomamos un par de cervezas viendo el fútbol, leyendo el periódico y navegando un poco por internet, pues el local dispone de Wi Fi. Cenamos bien y cuando nos disponemos a marchar nos dice el encargado que si no esperamos 5 minutos nos lleva en coche al albergue ya que le han encargado cena allí. Bonito detalle que nos despreciamos y volvemos motorizados.

Cumplimos escrupulosamente el horario habitual y a las nueve y media ya estamos en la piltra. Me pongo los auriculares para escuchar el partido del Madrid pero no llego a oír ni el pitido inicial
1 de mayo de 2012, martes

A GUDIÑA - XUNQUEIRA DE AMBÍA


Aunque nos levantamos a la vez que los andariegos al final salimos los últimos tras desayunar y comprobar que no nos dejábamos nada. No llueve pero hace frío. Me va contando Tomás la jarana que se montó su vecino de litera con una sudafricana, mis vecinos fueron más tranquilos y respetuosos. Según vamos subiendo hacia la Serra Seca va espesando la niebla, parece que vamos hacia la nada, no se ve ni a jurar, cruzamos por unas aldeas, Venda do Espino, Venda da Teresa,  y otros dos más por los que, como dice mi madre, parece que pasó Dios de noche, entre la bruma se oye alguna voz pero lo cierto es que no vemos ningún paisano, también es cierto que no está el día como para estar sentado a la puerta viendo pasar peregrinos. El viento sopla de vez en cuando y el descenso hasta Campobecerros hay que hacerlo con juicio entre la niebla, el estado de la pista y las ráfagas de aire. Por fin la niebla desaparece aunque sería más correcto decir que se quedó en lo alto de la sierra. En Campobecerros vemos la estatua del Piliqueiro y continuamos en subida, la prudencia y la niebla nos aconsejan seguir por carretera hasta Laza donde llegamos tras un rodeo de algún kilómetro y una buena bajada que hacemos bajo una cortina de agua. Hacemos parada y fonda.



 En el bar A Picota le pedimos a la camarera café con leche en taza grande y lo cumple de verdad, lo complemento con una buena tostada de pan gallego con aceite y miel. Entre bocado y bocado nos da palique un parroquiano que está leyendo el periódico y comentado algunos titulares en voz alta. Sin decir nosotros nada nos cuenta la dureza de la subida a Alberguería y nos aconseja que por nada del mundo vayamos por camino de tierra pues aparte de haber tramos en los que hay que cargar con la bici a cuestas está perdido de barro. Se lo agradecemos pero ya tenía yo bien claro que íbamos a ir por asfalto.



Con la lluvia de acompañante salimos hacia el escollo más duro de este periplo, a 4 kms., nada más pasar Soutelo empieza la dura subida a Alberguería, 8 kms. de rampas que parecen acabar en la siguiente curva pero que no tienen fin. Vamos cada uno a nuestro ritmo, el mío más tranquilo pero solo hago un par de paradas, una para beber y otra para hacer algunas fotos. Bañado en sudor y lluvia llego al Rincón del Peregrino, un bar lleno de conchas autografiadas por los peregrinos que por allí han pasado, Tomás ha debido pasar de largo. Busco y encuentro la vieira que dejamos hace 2 años, todavía se ven las firmas y la fecha, para no ponerme bizcochón me pongo a hablar con Luis, el dueño del bar, y unos ciclistas catalanes que había visto en el albergue de A Gudiña. Una cerveza con limón y unos cacahuetes me reponen un poco, sello y firmo en el libro que hay “a tal fin” y salgo otra vez a la ruta. A los pocos minutos me llama Tomás para conocer mi paradero, está esperándome en el albergue de Vilar do Barrio. No tardo mucho en reunirme con él. Sellamos en el albergue y viendo que ya es la hora de comer las personas decentes preguntamos por un buen sitio y nos recomiendan uno enfrente del albergue del que nadie sospecharía que fuera un restaurante o similar.



Entramos y enseguida nos atiende Carmina, una señora con 74 años según nos confesó después, le decimos que queremos comer y ya está, nos sentamos enfrente de otros 3 peregrinos, dos sevillanos que nos hacen partirnos de risa con sus comentarios y chascarrillos y un alemán. Una joven nos tare una bandeja con chorizo, queso y salchichón, que despachamos en un santiamén, le siguen un par de platos de caldo gallego y otro con 2 huevos fritos, filetes y patatas fritas, rematamos con fruta, café y chupito. Quedamos cumplidos, nos despedimos de tan agradable compañía y continuamos nuestro camino.



Por aquí el camino de tierra parece estar en buenas condiciones y seguimos por él con una lluvia intermitente que, a estas alturas de la película, ya ni molesta. Casi sin darnos cuenta aterrizamos en el albergue de Xunqueira situado a las afueras del pueblo junto al polideportivo. Como casi todos los de la Xunta, es funcional y en muy buen estado. Todavía no ha llegado la hospitalera así que ocupamos una litera, nos duchamos y viendo que no tiene pinta de llover y que sopla el aire aprovechamos para hacer algo de colada. Lo que no se seque en el tendedero se secará en los radiadores. Nos percatamos que en la litera al lado de la nuestra están los sevillanos de Vilar do Barrio, al comentarles nuestra extrañeza por lo rápido que han sido nos dicen que han venido en taxi porque uno de ellos es rociero y tienen que adelantar un poco para tener tiempo para preparar su otro “camino”. Nos vamos a dar una vuelta por el pueblo y vemos que está abierto el monasterio de Santa María aprovechamos para ver su claustro que aunque pequeño es bastante artístico. Nos tomamos un bocata y ya nos retiramos. A las nueve y media ya estamos plegando velas como el resto de los compañeros incluido uno que por fin deja de hablar pues no ha parado en todo el rato, parecía el personaje de José Mota ese de “dices tu de mili”.
30 de abril de 2012, lunes
MOMBUEY - A GUDIÑA




Nos levantamos a la ya establecida como hora oficial, 7’15, y los demás nos imitan. Mientras recogemos y preparamos el equipaje se monta una tertulia entre todos los presentes, el ciclista tardío nos cuenta que la etapa de ayer la comenzó en Salamanca, con un par, le pregunto que si es de Bilbao y casi, nació en Llodio, Álava, a unos 20 kilómetros del Bocho, para no extenderme demasiado resulta que el susodicho había salido de Sevilla el jueves 26 y en 4 días se había plantado en Mombuey, si llega a ser del mismo Bilbao ya hubiera llegado a Santiago, nos deja con la boca abierta, éste se pasa los pueblos de 3 en 3.
Por una vez y sin que sirva de precedente amanece soleado pero con un frío semipolar, ha helado esta noche. Me cubro de gloria al ver que el culotte largo y la camiseta térmica que había lavado el día anterior no se han secado, así que supero al de Llodio y me calzo un culotte corto para que vea como las gastamos los de la meseta. Tras zamparnos lo que nos queda en la despensa (medio plátano, una barrita y media onza de chocolate) salimos a la ruta con más ganas de volver a las literas que de darle a los pedales. Nada más empezar noto que no voy fino, no me encuentro a gusto, como es llano no voy mal, a pesar del aire. Paramos a desayunar en Puebla de Sanabria: café con leche en taza gigante, tostada de pan con mantequilla y mermelada, las llamas de una chimenea que hay en el bar nos hacen guiños para que nos quedemos pero no hacemos caso y tiramos para Requejo donde nos espera la portilla del Padornelo, un escollo no muy duro pero al que hay que pillarle el ritmo adecuado.
Empiezo bien, parece que por fin he encontrado un buen pedaleo. Un espejismo, no hago más que probar los cambios, ningún desarrollo me viene bien, Tomás va redondo, redondo y le veo alejarse cada vez más. A trancas y barrancas logro coronar y el descenso hasta Lubián lo hago sin problemas, sólo hubiera faltado que tuviera problemas al bajar. Empieza a llover.  Vamos al albergue a sellar pero solo nos encontramos con una pareja de ciclistas que están allí esperando que mejore un  poco el tiempo. Un poco de charla y a continuar, un paisano que está haciendo algunos arreglos en su casa nos anima y nos dice que La Canda es más corta que el Padornelo y que lo mejor que podemos hacer es ir por carretera. Vamos a ver el Santuario de la Tuiza, al que no podemos acercarnos mucho por estar acordonado, no sabemos el motivo y tampoco nos importa, después de un rampa con un desnivel de impresión, que yo subo andando mas que nada por contemplar mejor el paisaje, llegamos a la N-525 para comenzar la ascensión que parece mas suave que la del Padornelo. La debacle es total, ni molinillo ni nada, veo alejarse a Tomás y no doy más de mi, por si faltaba algo a ratos llueve e incluso cae algo de nieve, termino de subirlo empujando la bici. Bebo un poco del bidón con isostar, cojo algo de aire y comienzo a bajar con tranquilidad, me empiezo a notar mejor, sobre todo de cabeza, meto todo el desarrollo y tiro a bloque sin hacerle caso a la lluvia que ya no deja de caer, tan deprisa iba que casi no veo a mi compañero que me estaba esperando en un área de servicio. El cuentakilómetros marca una velocidad máxima de 61 km/h, menos mal que no lo miré cuando bajaba.
Decidimos comer y vemos que al otro lado de la carretera está el mesón O Carteiro, vamos hacia allá y tras una cerveza con limón, para recuperar sales, elegimos de la carta escrita a mano el superespecial de la casa: huevo frito, 2 salchichas, 2 trozos de lomo, dos filetes de ternera, patatas fritas y 2 lonchas de jamón frito que sustituyen al bacon porque se había terminado ¡¡¡viva San Colesterol bendito y Nuestra Señora de los Triglicéridos!!!, también incluye una ensalada, para equilibrar, y una jarrita de un vino que no estaba nada mal, culmino con una manzana y un café bombón, si nos saca la botella del orujo y unos puros todavía estamos allí viendo llover. Al pagar tiene el detalle de obsequiarnos con un boleto de la lotería primitiva ¡olé! Llega lo más duro, la vuelta a la ruta temiéndome lo peor, sin embargo voy como un tiro por una zona de constantes toboganes, y pienso que a lo mejor es que tenía bajos los niveles de colesterol.
Son casi las cinco y media cuando, llegamos al albergue de A Gudiña algo mojados pues no ha dejado de llover desde la última parada. Los hospitaleros están tomando nota de los peregrinos, nos ponemos a la cola, con perdón, y cuando nos llega el turno no saben si hay camas libres o no, les instamos a que lo comprueben y nos dicen que hay 3 camas libres, como no somos egoístas con 2 nos conformamos. Tomamos posesión y tras asearnos salimos a dar una vuelta por el pueblo, en pequeño supermercado compramos víveres donde por cierto el dependiente llevaba una bata de médico de esas que se abrochan por detrás, a la hora de pagar no sabemos si pedirle el tique o una receta. En el bar con el original nombre de O Peregrino rendimos el cotidiano homenaje a la Estrella de Galicia, no pone malos aperitivos el paisano, que además del atender el bar es taxista y seguramente tendrá algún oficio más. Ya en el albergue y para compensar la comida cenamos fruta y yogurt, y siendo las 21’30 horas y sin más asuntos que tratar nos vamos al sobre.
29 de Abril de 2012, domingo

GRANJA DE MORERUELA - MOMBUEY


El día amanece gris y fresco, avanzamos por la carretera hasta el puente de Quintos donde una vez cruzado le enseñó a Tomás por donde va el trazado del camino, hacemos caso de la señal que desaconseja el paso de bicicletas por ahí, continuamos por el asfalto hacia Faramontanos de Tábara por donde pasamos sin ver un alma por sus calles, eso sí las chimeneas estaban a pleno rendimiento. En Tábara, donde nació León Felipe, paramos a tomar un café ya que, como viene siendo costumbre, habíamos hecho un desayuno algo seco a base de barrita energética, chocolate y un plátano. El café hace su efecto y decidimos dejar sendas firmas eso sí, en el de señoras que presentaba mejor aspecto. Preguntamos a un señor mayor por el estado de los caminos y nos dice que hasta donde el sabe están bien, pues son caminos de concentración, pero que mas adelante lo ignora. Decidimos ir por la tierra y vemos que aunque hay charcos al tener bastante zahorra el firme es bueno y se transita con poca dificultad, llegamos a un desvío originado por el trazado del AVE y cuando nos queremos percatar estamos atollados hasta las orejas, la tierra arcillosa no está asentada y tenemos que coger las bicis en volandas, meternos campo a través y retroceder hasta Tábara donde afortunadamente había una gasolinera donde pudimos darle un manguerazo a las bicis para quitar el barro que bloqueaba las ruedas y cubría los cambios y frenos. Convocamos un cónclave y decidimos que por tierra hoy no ¡¡¡mañana!!! (José Mota dixit).
Cogemos carretera y manta pasando por algunos pueblos donde algún vecino nos saluda y se nos queda mirando, a la altura del embalse de Nuestra Señora del Agavanzal sale el sol, momento que aprovechamos para tomar un tentempié energético, hacer alguna foto y aliviarnos de líquidos. Al llegar a un cruce de caminos vemos que nos hemos saltado algún desvío porque los carteles nos indican a la izquierda Mombuey y a la derecha Ríonegro del Puente, nos hemos saltad unos cuantos pueblos del camino sin darnos cuenta. A lo hecho, pecho, tiramos hacia Mombuey donde entramos en el bar La Torre para comer algo sustancioso, nos preparan un bocata de tortilla francesa con bacon  con un pan que estaba de muerte. Vamos a ver la famosa torre y pasamos por delante del albergue que está cerrado, son las 3 y media y es un poco pronto para quedarnos. Nos da un barrunto y llamamos al teléfono del albergue de Asturianos, nos dicen que está completo así que no lo pensamos más y pedimos la llave. El albergue está bastante bien acondicionado, por ponerle alguna pega es que hay demasiadas camas para las dimensiones del local lo que deja poco sitio para moverse. Cuando nos acabamos de instalar llegan otros 3 ciclista de ese pequeño país del noreste de España que se ve entero desde un campanario, como lo definió el filósofo. Hay sitio para todos así que sin problemas. La cosa se complica cuando al rato llegan otros 4 ciclistas madrileños plenos de juventud y contagiosas ganas de vivir la vida, en un minuto revolucionan todo aunque nos advierten que no van a quedarse a dormir, se van a tomar algo y no regresan hasta cerca de las 7, tras un rato de juerga y cachondeo se van con intención de dormir en Puebla de Sanabria donde han reservado en un albergue privado.
Sobre poco más de las 8 nos vamos a cenar, somos gente de buenas costumbres, al bar la Torre pues hemos quedado satisfechos del trato que nos dispensaron antes. Al poco aparecen los 3 catalanes, al parecer se han fiado de lo que hemos contado del bar. Ellos a lo suyo y nosotros a lo nuestro, cervezas y fútbol en la tele, cuando ya estamos cenando aparece un tío vestido de ciclista que venía buscando la llave del albergue, nos extrañó que llegara alguien a esas horas, habla con los otros peregrinos y se marcha apareciendo mas tarde para cenar. Nos vamos al albergue y cuando ya estamos a punto de caramelo aparece el resto de la troupe. Oración, despedida y cierre.

28 de Abril de 2012, sábado

TORO - GRANJA DE MORERUELA


Amanece el día oscuro, sin lluvia pero frío, nos despedimos de Rosario dándole las gracias por la impagable hospitalidad que nos han brindado y sin más emprendemos camino, seguimos el trazado señalizado pasando por la enorme Granja Florencia, que debió conocer tiempos mejores, hoy está algo descuidada según parece desde la carretera, llegamos a Villalazán que nos recibe con un agradable olor a leña quemada aunque no vemos a ninguna persona por las calles ¡que raro con el tiempo tan agradable que hace!

Un poco antes de entrar en Villaralbo nos detenemos a observar una suerte de finca con hechuras de fortaleza medieval llena de estatuas de caballeros con armadura y protegida por varios perros que no paran de ladrar, pienso por un momento que quizás sea uno de esos lugares especializados en bodas temáticas o algo parecido, desde luego llama la atención. En el pueblo hay mas vida que en el anterior y un hombre que viene de comprar el pan nos aconseja ir por una carreterilla que apenas se usa y que lleva directamente a Zamora y más concretamente al puente de hierro sobre el Duero. Es cierto en menos de media hora llegamos.

Recorremos un poco la ciudad, vamos al albergue para sellar y lo encontramos cerrado como es lógico a esas horas. Preguntamos por una tienda de bicis porque me toca entrar en boxes, el cambio trasero de mi bicicleta había proclamado su independencia y cambiaba de piñón a su antojo. Nos indican una cerca de la plaza Mayor, de nombre La Madrileña, nos atiende enseguida, todavía no hay muchos clientes y se pone manos a la obra, observa que el desviador del cambio delantero tampoco está muy bien y que las pastillas traseras rozan en el disco, ya decía yo que me costaba mucho avanzar, jejeje, total que nos dice que le va a llevar algo de tiempo pues empiezan a entrar clientes, nos dice que volvamos a la una, lo dejamos en sus manos y nos vamos a hace turismo, la catedral y alrededores, la plaza Mayor y ¡cómo no! la famosa estatua de Viriato, que si se mira desde un ángulo determinado deja en ridículo al mismísimo Nacho Vidal. Volvemos a la hora acordada a recoger las burras, Tomás ha aprovechado para tunear la suya y ha puesto un guardabarros, un cuentakilómetros y un timbre, y como se ha hecho la hora de comer nos vamos al bar Los Abuelos, recomendado por un amigo de Tomás, donde nos metemos entre pecho y espalda una ración de mollejas y otra de oreja, eso si, sin darnos importancia.

Callejeamos un poco por Zamora hasta coger la Avenida de Galicia que nos lleva primero por carretera y luego por camino, que aunque mojado está en buenas condiciones de ciclabilidad, a Roales del Pan donde en el jardín de una de las primeras casas nos sorprende un todo un zoo en plan fallero. Sin más continuamos hacia Montamarta donde nos detenemos a ver la famosa estatua del Zangarrón, en la iglesia hay gente preparándola con flores y otros adornos, pensamos que para las comuniones. Al pasar por el puente sobre la cola del pantano del Ricobayo contemplamos los estragos de la sequía, donde hace 2 años había agua en cantidad, Pedro se pegó allí un buen baño, hoy hay gente paseando y ovejas pastando.

El trazado del AVE a Galicia está afectando al camino y en algunos sitios lo han desviado alternando carretera y tierra, pasamos al lado de las ruinas de Castrotorafe en Fontanillas de Castro y en dos pedaladas llegamos a Riego del Camino donde pensamos pernoctar, un paisano nos indica donde está el albergue, le echamos un vistazo y entre que a Tomás le recuerda la casa de la tía Visita, que los fulanos que están allí no nos gustan mucho, especialmente uno que me pregunta en inglés que si está bien, y que son las 4 de la tarde y hace buen tiempo, decidimos ir a Granja de Moreruela así avanzamos algunos kilómetros más como previsión por si más adelante hacemos alguna etapa más corta. Según avanzamos por la pista de tierra se empiezan a ver algunos nubarrones negros que barruntan agua, empezamos a cavilar si nos volveremos a mojar o no, finalmente llegamos al albergue de Granja de Moreruela cuando las primeras gotas empiezan a caer, comentamos que esta vez nos hemos librado por poco.

 La primera en la frente, nos dice la moza encargada del albergue y del bar anexo que está completo, miramos los apuntes y vemos que el siguiente albergue, Faramontanos de Tábara, nos pilla ya un poco lejos, más de 18 kms., así que preguntamos a la chica por alojamiento alternativo y nos dice que la casa rural que hay en el pueblo está completa pero que a 2 kms. hay un hostal. Barajamos la opción de volver a Riego pero dado lo amenazante del cielo, optamos por el hostal, la chica del bar no tiene el teléfono y no viene o no lo encuentra en la guía, finalmente un paisano nos lo proporciona. Llama Tomás y ajusta el precio, 15€ per cápita. Sin más demora, y antes de quedarnos fríos nos lanzamos a la carretera, a los pocos segundos empieza a caer agua como si nunca lo hubiera hecho, los 2 kms nos parecen 20, llegamos al hostal Asturias empapados donde nos asignan una habitación que no pasaba la más mínima inspección con los enchufes sin los embellecedores, el cable de la antena había que apartarlo cada vez que se abría o cerraba la puerta. Alegando que hacía frío pedimos un calefactor para secar un poco la ropa y nos traen uno que solo echaba aire, al final una empleada nos trae otro acorde con la habitación, no tenía la protección de la resistencia así que había que andar con ojo para no liarla parda. Tras montar el tenderete de la ropa y asearnos hablamos con el encargado del local para intentar ajustar un poco el precio, al final por un total de 50€ tenemos “habitación” y cena, según el empleado a reventar, con parrillada incluida. Un par de cervezas y a cenar, hay que reconocer que la cena no está nada mal: Revuelto de champiñones y pimientos del piquillo, un par de platos cada uno, y 3 hermosas piezas de carne a la parrilla que estaban deliciosas, como somos gente de juicio no repetimos a pesar de la insistencia del camarero, postre, café y chupitos, pagamos y a dormir que nos los habíamos ganado.
27 de Abril de 2012, viernes
VILLEGUILLO - TORO


“No por mucho madrugar amanece mas secano”

Parece que no ha parado de llover en toda la noche y sigue. Nos levantamos a las siete y cuarto porque hoy toca etapón. Entre desayunar, montar todo el belén de las alforjas, limpiar otro poco y demás historias nos dan las nueve menos cuarto, devolvemos la llave del albergue y en un momento de lucidez nos damos cuenta que no hemos salido de Villeguillo y ya estamos empapados ¡qué bonito es ver llover! Tras casi 4 kms. pasamos por Llanos de Olmedo, ni un alma por las calles, después toca Aguasal donde hay una laguna al lado de la carretera llena de bichos plumíferos que decidimos denominar fochas y como nadie nos lleva la contraria así quedan bautizados. En un plis plas llegamos a Olmedo, pueblo grande y caballero (of course), donde ya empezamos a ver los primeros signos de vida sobre todo escolares camino del colegio disfrutando como nosotros de esta maravillosa lluvia. Seguimos según el guion previsto por carretera hasta Medina del Campo pasando antes por Pozal de Gallinas, del que no puedo decir mucho ya que no está el día como para hacer turismo.

Atravesamos Medina del Campo un poco atufados por la cantidad de tráfico que hay, pasamos por delante del Monasterio de Santa María la Real y un poco mas adelante hacemos una parada técnica, el plástico que protege las alforjas de Tomás va rozando con la rueda, lo apañamos como podemos y, al no haber ninguna línea más, continuamos para bingo. Llegamos a la altura de la desviación del camino “oficial” y, dado que no hemos traído ningún arma para defendernos de los cocodrilos que se esconden en semejante lodazal, continuamos por lo negro.

En Nava del Rey decidimos parar a tomar un café para entrar un poco en calor, nos recibe un paisano que nos advierte de los peligros del camino: nos pueden robar todo, atropellar un coche de portugueses, etc., eso sí no dice nada sobre si podemos ser poseídos por bellas ninfas, se despide contándonos un chiste de gallegos de los que tiene serias dudas sobre su higiene. Por aquello de poner algún sello en la credencial me encamino al ayuntamiento donde una bella y eficiente funcionaria no  me pone la más mínima pega al respecto, aprovecho para comprar en una farmacia una pomada que conozco pues presiento que vamos a hacer mucha carretera y quizás se resienta la junta de la culata. Cuando vuelvo veo a Tomás soportando a un sujeto que no hace más que repetir: “qué mal día hace”, también nos aconseja hacer el camino en moto mejor que en bici, como dice Tomás y yo corroboro: “nos tocan todos los nenaos”. Nos apretamos un café que nos resucita y damos solución definitiva al puñetero cubre alforjas entre la expectación de los parroquianos del bar a los que parece interesar más nuestras maniobras que el programa de Ana Rosa que echan en la tele en ese momento.

De nuevo en la carretera hacia Alaejos, que al final no lo está tanto, nadie en la calle para variar. En Castronuño pido tiempo muerto porque quiero hacer recuento de los dedos de los pies, llevo un buen rato sospechando que me falta alguno. Paramos en una gasolinera para mover un poco los pies y entablamos conversación con el empleado que la atiende, nos invita a pasar a la oficina para que nos caldeemos un poco, por fin una persona sensata. Nos aconseja que sigamos por carretera porque los caminos están en pésimas condiciones, según nos cuenta la ciclogénesis explosiva, o como leches se llame, ha pasado por aquí y ha dejado su huella encharcando todo. A pesar de la entretenida charla y el calorcito salimos hacia Villafranca de Duero con el aliciente de ir algún kilómetro pegado al río Duero y al canal de San José que va de agua hasta las trancas. Nos anima el estar a muy pocos kilómetros de Toro, como canta Maná: “sigue lloviendo, sigue lloviendo…”. La carretera va prácticamente paralela al camino y vemos que efectivamente está embarrado.

 Después de Villafranca de Duero llegamos a Toro donde nos espera una buena cuesta para llegar a nuestro destino de hoy, al poco de empezar a subirla me manda un recado el cuádriceps: “llevo todo el día currando y ni siquiera me has dado un besito”, pillo la indirecta y pongo el molinillo pero mas adelante prefiero no tentar la suerte y me pongo a practicar esa variante del ciclismo llamada empujing, finalmente llegamos al convento de las Carmelitas Descalzas donde amablemente nos van a acoger.

Nos recibe la tornera y avisa a Rosario, la tía de Tomás, a partir de este momento no creo que sea capaz de describir fidedignamente lo que esas religiosas transmiten, una calma y una paz interior que yo no he encontrado antes. Nos dejan el piso de arriba de la hospedería que tienen para las visitas de familiares, nos quedamos con una habitación con dos confortables sofás cama, al abrir lo que parece un enorme armario descubrimos una cocina completa, con microondas, fregadero y con café y otros alimentos. Vamos a ser recibidos por toda la comunidad así que nos duchamos y bajamos a una sala donde en unos minutos aparecen todas las monjas, hablamos principalmente del Camino de Santiago y preguntan casi con emoción, sentimiento que nos contagian. Estos momentos creo que no se me olvidarán nunca. Se retiran y Rosario y otra hermana nos traen la comida incluso vino y café. Sin palabras nos quedamos.

Volvemos a la habitación para ir distribuyendo la ropa por los radiadores ya que estaba chorreando agua, la verdad es que no me explico como puede estar así con el tiempo tan maravilloso que nos ha hecho.

Salimos a dar una vuelta por la ciudad,  vemos las maravillosas vistas del Duero, la colegiata, compramos algo para el desayuno y tras echamos un par de botellines en un bar lleno de parroquianos viendo los toros volvemos al convento a recogernos. En la escalera de acceso a nuestra habitación nos encontramos con una bolsa llena de viandas y una nota diciendo que era para nosotros, flipamos de nuevo. Como hemos madrugado nos acostamos prontito que mañana es día de escuela. A ver si hay suerte y no llueve mucho.