A GUDIÑA - XUNQUEIRA DE AMBÍA
Aunque nos levantamos a la vez que los andariegos
al final salimos los últimos tras desayunar y comprobar que no nos dejábamos
nada. No llueve pero hace frío. Me va contando Tomás la jarana que se montó su
vecino de litera con una sudafricana, mis vecinos fueron más tranquilos y
respetuosos. Según vamos subiendo hacia la Serra Seca va espesando la niebla,
parece que vamos hacia la nada, no se ve ni a jurar, cruzamos por unas aldeas,
Venda do Espino, Venda da Teresa, y
otros dos más por los que, como dice mi madre, parece que pasó Dios de noche,
entre la bruma se oye alguna voz pero lo cierto es que no vemos ningún paisano,
también es cierto que no está el día como para estar sentado a la puerta viendo
pasar peregrinos. El viento sopla de vez en cuando y el descenso hasta
Campobecerros hay que hacerlo con juicio entre la niebla, el estado de la pista
y las ráfagas de aire. Por fin la niebla desaparece aunque sería más correcto
decir que se quedó en lo alto de la sierra. En Campobecerros vemos la estatua
del Piliqueiro y continuamos en subida, la prudencia y la niebla nos aconsejan
seguir por carretera hasta Laza donde llegamos tras un rodeo de algún kilómetro
y una buena bajada que hacemos bajo una cortina de agua. Hacemos parada y
fonda.
En el bar A
Picota le pedimos a la camarera café con leche en taza grande y lo cumple de
verdad, lo complemento con una buena tostada de pan gallego con aceite y miel.
Entre bocado y bocado nos da palique un parroquiano que está leyendo el
periódico y comentado algunos titulares en voz alta. Sin decir nosotros nada
nos cuenta la dureza de la subida a Alberguería y nos aconseja que por nada del
mundo vayamos por camino de tierra pues aparte de haber tramos en los que hay
que cargar con la bici a cuestas está perdido de barro. Se lo agradecemos pero
ya tenía yo bien claro que íbamos a ir por asfalto.
Con la lluvia de acompañante salimos hacia el escollo
más duro de este periplo, a 4 kms., nada más pasar Soutelo empieza la dura
subida a Alberguería, 8 kms. de rampas que parecen acabar en la siguiente curva
pero que no tienen fin. Vamos cada uno a nuestro ritmo, el mío más tranquilo
pero solo hago un par de paradas, una para beber y otra para hacer algunas
fotos. Bañado en sudor y lluvia llego al Rincón del Peregrino, un bar lleno de
conchas autografiadas por los peregrinos que por allí han pasado, Tomás ha
debido pasar de largo. Busco y encuentro la vieira que dejamos hace 2 años,
todavía se ven las firmas y la fecha, para no ponerme bizcochón me pongo a
hablar con Luis, el dueño del bar, y unos ciclistas catalanes que había visto
en el albergue de A Gudiña. Una cerveza con limón y unos cacahuetes me reponen
un poco, sello y firmo en el libro que hay “a tal fin” y salgo otra vez a la
ruta. A los pocos minutos me llama Tomás para conocer mi paradero, está
esperándome en el albergue de Vilar do Barrio. No tardo mucho en reunirme con
él. Sellamos en el albergue y viendo que ya es la hora de comer las personas
decentes preguntamos por un buen sitio y nos recomiendan uno enfrente del albergue
del que nadie sospecharía que fuera un restaurante o similar.
Entramos y enseguida nos atiende Carmina, una
señora con 74 años según nos confesó después, le decimos que queremos comer y
ya está, nos sentamos enfrente de otros 3 peregrinos, dos sevillanos que nos
hacen partirnos de risa con sus comentarios y chascarrillos y un alemán. Una
joven nos tare una bandeja con chorizo, queso y salchichón, que despachamos en
un santiamén, le siguen un par de platos de caldo gallego y otro con 2 huevos
fritos, filetes y patatas fritas, rematamos con fruta, café y chupito. Quedamos
cumplidos, nos despedimos de tan agradable compañía y continuamos nuestro
camino.
Por aquí el camino de tierra parece estar en buenas
condiciones y seguimos por él con una lluvia intermitente que, a estas alturas
de la película, ya ni molesta. Casi sin darnos cuenta aterrizamos en el
albergue de Xunqueira situado a las afueras del pueblo junto al polideportivo.
Como casi todos los de la Xunta, es funcional y en muy buen estado. Todavía no
ha llegado la hospitalera así que ocupamos una litera, nos duchamos y viendo
que no tiene pinta de llover y que sopla el aire aprovechamos para hacer algo
de colada. Lo que no se seque en el tendedero se secará en los radiadores. Nos
percatamos que en la litera al lado de la nuestra están los sevillanos de Vilar
do Barrio, al comentarles nuestra extrañeza por lo rápido que han sido nos
dicen que han venido en taxi porque uno de ellos es rociero y tienen que
adelantar un poco para tener tiempo para preparar su otro “camino”. Nos vamos a
dar una vuelta por el pueblo y vemos que está abierto el monasterio de Santa
María aprovechamos para ver su claustro que aunque pequeño es bastante
artístico. Nos tomamos un bocata y ya nos retiramos. A las nueve y media ya
estamos plegando velas como el resto de los compañeros incluido uno que por fin
deja de hablar pues no ha parado en todo el rato, parecía el personaje de José
Mota ese de “dices tu de mili”.
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