domingo, 17 de junio de 2012

1 de mayo de 2012, martes

A GUDIÑA - XUNQUEIRA DE AMBÍA


Aunque nos levantamos a la vez que los andariegos al final salimos los últimos tras desayunar y comprobar que no nos dejábamos nada. No llueve pero hace frío. Me va contando Tomás la jarana que se montó su vecino de litera con una sudafricana, mis vecinos fueron más tranquilos y respetuosos. Según vamos subiendo hacia la Serra Seca va espesando la niebla, parece que vamos hacia la nada, no se ve ni a jurar, cruzamos por unas aldeas, Venda do Espino, Venda da Teresa,  y otros dos más por los que, como dice mi madre, parece que pasó Dios de noche, entre la bruma se oye alguna voz pero lo cierto es que no vemos ningún paisano, también es cierto que no está el día como para estar sentado a la puerta viendo pasar peregrinos. El viento sopla de vez en cuando y el descenso hasta Campobecerros hay que hacerlo con juicio entre la niebla, el estado de la pista y las ráfagas de aire. Por fin la niebla desaparece aunque sería más correcto decir que se quedó en lo alto de la sierra. En Campobecerros vemos la estatua del Piliqueiro y continuamos en subida, la prudencia y la niebla nos aconsejan seguir por carretera hasta Laza donde llegamos tras un rodeo de algún kilómetro y una buena bajada que hacemos bajo una cortina de agua. Hacemos parada y fonda.



 En el bar A Picota le pedimos a la camarera café con leche en taza grande y lo cumple de verdad, lo complemento con una buena tostada de pan gallego con aceite y miel. Entre bocado y bocado nos da palique un parroquiano que está leyendo el periódico y comentado algunos titulares en voz alta. Sin decir nosotros nada nos cuenta la dureza de la subida a Alberguería y nos aconseja que por nada del mundo vayamos por camino de tierra pues aparte de haber tramos en los que hay que cargar con la bici a cuestas está perdido de barro. Se lo agradecemos pero ya tenía yo bien claro que íbamos a ir por asfalto.



Con la lluvia de acompañante salimos hacia el escollo más duro de este periplo, a 4 kms., nada más pasar Soutelo empieza la dura subida a Alberguería, 8 kms. de rampas que parecen acabar en la siguiente curva pero que no tienen fin. Vamos cada uno a nuestro ritmo, el mío más tranquilo pero solo hago un par de paradas, una para beber y otra para hacer algunas fotos. Bañado en sudor y lluvia llego al Rincón del Peregrino, un bar lleno de conchas autografiadas por los peregrinos que por allí han pasado, Tomás ha debido pasar de largo. Busco y encuentro la vieira que dejamos hace 2 años, todavía se ven las firmas y la fecha, para no ponerme bizcochón me pongo a hablar con Luis, el dueño del bar, y unos ciclistas catalanes que había visto en el albergue de A Gudiña. Una cerveza con limón y unos cacahuetes me reponen un poco, sello y firmo en el libro que hay “a tal fin” y salgo otra vez a la ruta. A los pocos minutos me llama Tomás para conocer mi paradero, está esperándome en el albergue de Vilar do Barrio. No tardo mucho en reunirme con él. Sellamos en el albergue y viendo que ya es la hora de comer las personas decentes preguntamos por un buen sitio y nos recomiendan uno enfrente del albergue del que nadie sospecharía que fuera un restaurante o similar.



Entramos y enseguida nos atiende Carmina, una señora con 74 años según nos confesó después, le decimos que queremos comer y ya está, nos sentamos enfrente de otros 3 peregrinos, dos sevillanos que nos hacen partirnos de risa con sus comentarios y chascarrillos y un alemán. Una joven nos tare una bandeja con chorizo, queso y salchichón, que despachamos en un santiamén, le siguen un par de platos de caldo gallego y otro con 2 huevos fritos, filetes y patatas fritas, rematamos con fruta, café y chupito. Quedamos cumplidos, nos despedimos de tan agradable compañía y continuamos nuestro camino.



Por aquí el camino de tierra parece estar en buenas condiciones y seguimos por él con una lluvia intermitente que, a estas alturas de la película, ya ni molesta. Casi sin darnos cuenta aterrizamos en el albergue de Xunqueira situado a las afueras del pueblo junto al polideportivo. Como casi todos los de la Xunta, es funcional y en muy buen estado. Todavía no ha llegado la hospitalera así que ocupamos una litera, nos duchamos y viendo que no tiene pinta de llover y que sopla el aire aprovechamos para hacer algo de colada. Lo que no se seque en el tendedero se secará en los radiadores. Nos percatamos que en la litera al lado de la nuestra están los sevillanos de Vilar do Barrio, al comentarles nuestra extrañeza por lo rápido que han sido nos dicen que han venido en taxi porque uno de ellos es rociero y tienen que adelantar un poco para tener tiempo para preparar su otro “camino”. Nos vamos a dar una vuelta por el pueblo y vemos que está abierto el monasterio de Santa María aprovechamos para ver su claustro que aunque pequeño es bastante artístico. Nos tomamos un bocata y ya nos retiramos. A las nueve y media ya estamos plegando velas como el resto de los compañeros incluido uno que por fin deja de hablar pues no ha parado en todo el rato, parecía el personaje de José Mota ese de “dices tu de mili”.

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