domingo, 1 de junio de 2008

22 de mayo, jueves. SARRIA-MELIDE



El día amanece fresquete pero con un sol espléndido, tras un copioso desayuno en un bar al lado del albergue tiramos millas para adelante, en ese continuo subir y bajar que es el camino en Galicia, hace un día para disfrutar de la bici, la humedad de las corredoiras refleja todo el agua caída en los días anteriores, algunas van pletóricas de agua lo que nos obliga a poner pie a tierra para evitar calarnos más de lo necesario pero el sol sigue brillando con fuerza. Pasamos por aldeas y pueblos, Barbadelo, Rente, Mercado, Cruceiro, en algún tramo la parada es obligada ya que una paisana está trasladando las vacas y ocupan todo el camino, la charla con est mujer es típica, a las preguntas que hicimos no dió ni una respuesta concreta. Hay que ver la habilidad que tienen los gallegos para estar en una tierra que llueve tanto y no mojarse nunca.

Cerca de Brea llegamos a uno de los hitos del camino, el mojón que indica que nos quedan 100 kms. para Santiago, coincidimos con un veterano alemán que lleva andados 2600kms, nos dice que salió en marzo desde Niuremberg y aparentaba más de 70 años, que le hablen a este hombre de tener prisa. Tras las preceptivas fotos de nuevo a disfrutar sobre las dos ruedas y a seguir llenándonos los ojos con todas las tonalidades de verde. Paramos en Portomarín, de infausto recuerdo par mi d cuando vine andando, y curiosamente el puente no me parece tan largo y la cuesta que sube hasta la plaza no es tan empinada, cosas de la relatividad. Compramos viandas en un super y a la salida empiezan a aparecer nubes, no nos decimos nada pero pensamos lo mismo, seguimos dándole a los pedales y al coronar el alto de Gonzar, encontramos un bar y alli decidimos pararnos a comer. Trabamos conversación con un mallorquín locuaz que nos cuenta fue ciclista profesional, entre bromas y bocados el cielo cada vez está más negro, salimos y al poco tiempo empiezan las primeras gotas, primero tímidas y luego ya apretando.

En el albergue de Ligonde decidimos parar porque aquello parece el diluvio, nos encontramos allí con una pareja de franceses con dos niños que están haciendo el camino con un par de burros, creo que ya han salido en periódicos y televisión. Cuando mas arreciaba la lluvia llega al albergue una chica sudafricana empapada de arriba abajo y aunque no hay plazas libres la hospitalera le dice que puede quedarse a dormir donde pueda. El agua sigue cayendo y no tiene pinta de parar, así que nos liamos la manta a la cabeza y como alli no pintamos nada decidimos irnos.

Los primeros kilómetros se hacen eternos, las piernas se han quedado heladas y los músculos tardan en calentarse, pasamos por Palas de Rey envueltos en una cortina de agua y la poca gente que hay en la calle nos miran con asombro ¡¡¡están locos estos romanos!!! Finalmente llegamos a Melide con la obsesión de buscar el albergue, quitarnos todo lo que llevabamos encima, menos mal que el chubasquero está respondiendo, y darnos una buena ducha reparadora. El albergue está casi lleno pero conseguimos cama. A pesar de que sigue jarreando nos vamos a casa Ezequiel, nos ponemos hasta las cejas de pulpo y unas cuantas cosas mas, ribeiro a tutiplén y un par de chupitos. Y a dormir que el albergue cierra a las 10. Mañana llegamos a Santiago.

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